EL CUAJO DE RAJOY

Califica usted, don Mariano, al presidente del Gobierno de no tener cuajo en las negociaciones de Bruselas. Sinceramente he de confesarle que no acabo de entenderle.

El diccionario de la RAE define en su sexta acepción el término 'cuajo' como "calma", "pachorra", en un sentido figurativo y familiar de esta palabra.

Aceptando el significado que acabo de citar, don Mariano, pienso que sí, que hay que tener 'cuajo' para soportar demasiados desmanes que cotidianamente están sucediendo. Usted, don Mariano, si que tiene cuajo, y más que nadie de los personajes públicos.


Preside usted un partido, el PP, que transpira ¿supuesta? corrupción por cada uno de sus poros. Corrupción inmersa en la península ibérica de norte a sur, de este a oeste, y que dando saltitos reaparece en las islas. Nunca, desde que la muerte del sanguinario lo permitió, se ha conseguido lograr tanta corruptela y de tan distinta naturaleza -con el money como ingrediente común- que solo cabe pensar que para tolerar tal desmadre hay que tener un cuajo de tamaño y calidad impensables.

Es imposible enumerar los distintos tipos de perversión que metastásicamente anegan este partido que usted, con tan elevada dosis de cuajo, preside. Ahora, muy cercanas ya las elecciones generales, manifiesta usted, don Mariano, un enorme cuajo para poder desempeñar tan ejemplarmente ese papel teatral de 'hombre centrado'. No debe olvidar aquel repertorio de injurias lanzadas contra el todavía presidente del Gobierno y que fue compilado y reconocido como el "Insultario de Rajoy". Usted que ahora se manifiesta tan educadito y centradito. Y es que el cuajo da para mucho.

Tampoco es para ignorar aquellos desmanes que devinieron en el llamado "Caso Naseiro". Ni las desconcertantes aventuras de aquellos Tamayo y Sáez que catapultaron a doña Esperanza de manera un tanto extraña a la presidencia de la Comunidad de Madrid, allá por 2003.

No es usted desconocedor tampoco de los avatares de un tal Zaplana, llegado a alcalde de Benidorm gracias también a una tránsfuga, y reconvertido casi de inmediato en presidente de la Generalitat Valenciana, donde campó a sus anchas. De él proceden obras faraónicas de nulo rendimiento a las arcas públicas, más bien todo lo contrario.

Los Calvitos y Gürtel
Le sucedió un amigo del alma suyo, Camps. Y tampoco el pobre se libró de magalomanías y ayudas benefactoras a amiguitos del alma, a los que dijo querer un huevo. Aparte de dejar un inmensísimo agujero económico por su nefasta labor, es su anteriormente queridísimo Paco un personaje imputado por la Justicia por su presumible relación con la famosa trama Gürtel, que ha salpicado a demasiados de su partido, don Mariano.

Este País Valenciano, don Mariano, es generoso en tropelías. Si miramos al norte, nos topamos con la provincia de Castellón y el afortunadísimo en los cantes de los niños de San Ildefonso. Personaje que ha hecho saltar a siete jueces de Nules, que ha logrado que varias de sus presuntas fechorías con los caudales públicos hayan prescrito, aunque todavía le queda leña para mantener la hoguera. La Diputación que él presidió ha firmado ahora el asunto de un campo de tiro por la simpleza de 60.000 euretes a construir en un pueblo de 60 habitantes, Higueras, en un escarpado y difícil lugar de la sierra d'Espadà. Y no podemos olvidar el aeropuerto sin aviones.

Si la vista se dirige hacia el sur nos encontramos con las tierras de Alicante. Por allí aparecen nombres como los de Joaquín Ripoll, Sonia Castedo,  la alcaldesa de la capital con su familia adjunta,  el gran constructor, Enrique Ortiz y toda una conocida trama Brugal que huele peor que las basuras que están detrás.

Ahora en Valencia promete el caso Emarsa. El juez ha tirado de la madeja y ya se verá quiénes se hallan detrás de tantísimo dinero afanado.

Su relación impecable, al parecer, con el sr. Trillo también es prueba de su cuajo, don Mariano, porque el asuntillo del Yak-42 es de aúpa.


Los Calvitos y los hilillos de corrupción
Usted mismo, don Mariano, en su afán de poner paz en asuntos desagradables tuvo que echar una mano a su entonces compañero de partido -ocupado en la tan imprescindible tarea de la caza- y tildó de hilillos de plastilina aquél simplón chapapote que arruinó las tierras gallegas.

Usted, don Mariano, fiel servidor del de las Azores, que a dedo  le transmitió su herencia, se  muestra inmensamente generoso y comprensivo con las bellaquerías de este amigo de Berlusconi y Bush que en sus periplos por el mundo mundial tan generosamente habla de la madre patria.

Usted, don Mariano, necesita de mucho cuajo para escuchar y asentir tantas calumnias  sobre la realidad de España así como los insultos contra los andaluces a los que tan aficionada es la señora del jaguar.

Es necesario un exceso de cuajo para haberse negado a colaborar con el Gobierno durante estos años, incluso en temas de Estado, y ahora atreverse a exigir la colaboración de todos para intentar cumplir aunque sea un poquito las promesas con que ha engatusado a la ciudadanía.

Cumpla usted solo y sus compinches, que quizá también tienen cuajo, lo que viene afirmando desde hace cuatro años. Usted sacará a los españoles de la crisis en que Zapatero nos metió. Usted va a crear 3.500.000 puestos de trabajo, como su lacayo Pons adelantó. Usted no va a recortar absolutamente nada que tenga que ver con los asuntos sociales. Usted no va a implantar copago sanitario, ni va a privatizar la enseñanza -eso lo deja para Aguirre-, ni restringirá las ayudas a la Dependencia -eso es cosa de Cospedal-, ni va a bajar el salario a los funcionarios, ni mantendrá congeladas las pensiones, más bien va a subirlas al nivel millonario de los señores de las Cajas.

El 20-N ya está ahí. Las encuestas lo encumbran a la Moncloa. De antemano le damos las gracias, don Mariano. Es usted un hombre con mucho cuajo.

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