GRACIAS, PRESIDENTE
El "bobo solemne", -uno de los apelativos más graciosillos que el ahora centrado Mariano Rajoy ha ido dedicando al Presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero,- ha sabido gestionar muy hábilmente la extenuación de ETA. Tuvo la habilidad de nombrar ministro de Interior al ahora candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, hombre de gran capacidad y amplia inteligencia y valentía en todo aquello que emprende.
Todavía en la oposición, impulsó Zapatero el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, para mofa de los populares. Nadie puede olvidar las zafias críticas de ese Aznar siempre resentido y 'excelente embajador de las bondades de España'. Tras siete años de gobierno socialista, y a pesar de las constantes insidias de una oposición ansiosa tan solo en reprochar cualquier acción gubernamental y nunca presta a ayudar ni tan siquiera en temas de Estado, la banda terrorista ETA ha anunciado el cese definitivo de sus asesinatos.
Lo ha hecho un 20-O, justo a un mes de las elecciones generales. El mismo día que los libios acabaron con la vida de su sangriento dictador, Muamar el Gadafi, y a los tres días de la Conferencia de Paz celebrada en San Sebastián y tan reprobada por la derecha y sus medios más cavernícolas.
José Luis Rodríguez Zapatero realizó una declaración institucional impecable. Sin orgullo de ganador. Compartiendo con digna humildad el éxito del fin del terror con todos aquellos que han estado ahí aportando su tiempo, su dedicación y sus ganas para que ETA dejase de matar. Ha dado las gracias a todos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, a la judicatura, a los diferentes ministros de interior y a todos los presidentes de la democracia que pusieron su empeño en intentar acabar con los asesinos; igualmente ha manifestado su reconocimiento a la importante colaboración de Francia, y en especial al presidente Sarkozy. Y ha tenido, como no podía ser de otra manera, unas conmovidas palabras para las víctimas. Estas son el lado amargo y siempre inolvidable de todo lo positivo que ahora se puede celebrar.
Rajoy fue asesorado para pronunciar las palabras que contribuyen a mantener su imagen de hombre de estado, prudente y centrado. Manifestó públicamente que el fin de la lucha armada de ETA "se ha producido sin ningún tipo de concesión política". La caverna mediática ya ha avisado de que esta declaración es solo pura estrategia electoral. De hecho, en nada se parecen a las estridencias de otros mandatarios del PP. Ha afirmado Aguirre que los comunicados de ETA tienen "credibilidad cero", bien que Mayor Oreja haya afirmado reiteradamente que "ETA no miente", aunque ahora se desmiente a sí mismo y dice mezquinamente que el manifiesto de la banda terrorista es la "culminación de un proyecto negociado entre ETA y el Gobierno". Más lejos va Carlos Iturgáiz cuando declara que es este "el precio que paga ETA al Gobierno por la negociación" e insinúa que la banda terrorista trata de favorecer electoralmente a Rubalcaba y al PSOE.
Y no olvidemos que el de la foto de las Azores y amigo de Bush y de Berlusconi, Aznar, en la Convención de Málaga, se despachó a gusto al vomitar enfurecidamente contra la política antiterrorista del Gobierno y aseverar que este andaba suplicando el anuncio del fin de ETA.
A toda esta pandilla de indeseables derechones ultras hasta las orejas y a sus medios afines no piensa Rajoy desautorizarlos. Y es que Rajoy comparte todas y cada una de estas infamias, pero ahora, hasta el 20-N, le toca interpretar el papel de hombre centrado y moderado.
Forges y la jerarquía |
De Zapatero podrán no gustar muchas cosas, pero a educado y noble no le ganan estos profesionales de la grosería y de la mentira. El éxito contra ETA se lo debemos a Zapatero y a Rubalcaba, a su habilidad negociadora, a su no doblar jamás la rodilla ante el terrorismo, al que nunca se les ocurrió llamar Movimiento Nacional de Liberación Vasco ni cayeron en la debilidad de acercar presos a Euskadi, como un señor Mayor sí hizo.
Nadie de estos ha dado las merecidas gracias a José Luis Rodríguez Zapatero. Y se las merece de verdad. Por ello y por otras muchas cosas, ¡gracias, Presidente!
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