SR. RATZINGER, GO HOME

Sí, Sr. Ratzinger, váyase cuanto antes a su casa, a su palacio romano repleto de escandalosas riquezas, y no siga insultando y despreciando a los españoles, que le hemos pagado -y bien- su venida a este país donde es usted un simple forastero.

Si tan valiente es como para montar una rueda de prensa despreciando y criticando las leyes de un Gobierno que se ha arrodillado ante sus peticiones, traicionando con ello a sus propios militantes y votantes, séalo igualmente para no aceptar el dinero que desde aquí va a sus arcas. Usted, que, despóticamente, ha comparado la situación actual del Estado Español con el de la Segunda República, con los problemas insospechados que sus palabras puedan acarrearnos, no es digno de nuestra hospitalidad ni de nuestro respeto. Por lo tanto, márchese lo antes posible y por aquí no vuelva. Monte sus "orgías" en otro país bien lejano del nuestro.

Usted, Rr. Ratzinger, ha insultado grosera y maleducadamente nuestra legislación vigente: la aceptación de los matrimonios entre personas del mismo sexo, el derecho a la libre interrupción del embarazo, la igualdad entre mujeres y hombres...Váyase de nuestra casa; nos resulta despreciable su presencia.
Hoy en el templo de la Sagrada Familia, en Barcelona, y usted, después de ponerse el delantal para preparar su especial "paella", han tenido que ser mujeres -unas súbditas monjas- las que han limpiado la guarrada por usted hecha, han puesto detalladamente la mesa con el mantel de los domingos, han adornado con hermosas flores el lugar para los comensales, y después han desaparecido. Era nuevamente la hora de los varones, de usted y sus secuaces, haciendo esa especie de gurú como el hechicero de las tribus más primitivas y escondidas del mundo.
Con este hecho simbólico ha demostrado usted su consideración acerca de las mujeres, aunque previamente, en eso que llaman homilía ya había anunciado cuál era la realización plena de la mujer: el trabajo en su casa. Yo añadiría: y preparada para servir a su señor, el maridito, que es su jefe. Igualito que los principios de la Sección Femenina, cuyos restos aún enbrutecen el ambiente del siglo XXI.

Y de la pederastia, ¿qué?. Ni una palabra. Es de  tal desvergüenza su presencia aquí, con sus rastreras palabras y su conducta perniciosa, que lo realizado hoy en Barcelona por un grupo de gays y lesbianas ante el paso de su "papamóvil"  es poco. Además, con tantos niños a los que ustedes, los de su secta, han destrozado, estas imágenes deben considerarlas casi cotidianas.

Desconoce usted los principios del Evangelio, el amor, la pobreza y la entrega al débil y necesitado: el prójimo (próximo) de Jesucristo. Usted está al lado de los ricos, los fatuos, los demagogos y los del buche lleno. No es usted representante del Cristanismo; todo lo contrario.
Así que, lo dicho, Sr. Ratzinger, no ha sido usted bienvenido y sí ansiosamente despedido.

Bye, bye. Y hasta nunca.

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