LOS CONTROLADORES AÉREOS, NUEVO BRETE CONTRA EL GOBIERNO

No se canse tanto, hombre
Los controladores aéreos han vuelto a paralizar el Estado Español ante la decisión gubernamental de recortar un "poquiello" las muchas prebendas, fundamentalmente económicas, de que disfrutan estos privilegiados.
Curiosamente una muy seria enfermedad se ha apoderado a la vez y a la misma hora de la totalidad de estos controladores, justo a las cinco de la tarde, hora torera de atávica tradición. Con un temporal de frío, aire y nieve a lo largo y ancho del territorio español, que impide la circulación fluida y más o menos tranquila a través de carretera o ferrocarril, estos señores, controladores aéreos, solidariamente, han decidido colaborar en este caos del tránsito. Y si pensamos en las comunicaciones desde las islas, sólo por mar y aire, la cooperación es todavía mayor.
La situación es mayormente esperpéntica si nos percatamos de que el virus que, repentinamente, se ha apoderado de la salud de estos españoles de bien, les ha atacado inesperadamente en el momento en que se iniciaba la posibilidad de un masivo desplazamiento de gente para disfrutar del puente de la Constitución. Y es que a estos señores controladores quizá les ha atacado un poco la pelusa  ante los españolitos de a pie, que, tras llevar un tiempo procurando unos ahorrillos con que cubrir el sueño de un viajecito muy esperado, han decido que en la España actual todavía sigue habiendo clases, a pesar del  gobierno socialista, y esto era, para ellos, inaceptable.
¿Cómo se atreven más de un cuarto de millón de personas, posiblemente mileuristas o tal vez un poco mas pudientes  -pero sólo un poquito-,  como si de señoritos se tratara, a tomarse cinco días de vacaciones? Ello es propio y únicamente merecido para gentes de bien, como ellos, los controladores españoles, los mejor pagados de Europa, bastante más que los de Alemania, y el doble que los franceses. Sólo unas gentes de su categoría, con cerca de 250.000 euretes a cambio de un trabajo que los lleva día sí, día también, al médico por la cantidad de horas trabajadas, taquicardias y estrés agobiantes, tienen derecho a la vida padre, los demás, a trabajar sin descanso por un sueldazo que apenas les permite dar de comer a los hijos, y menos tonterías con tantos viajes y ensueños de ricachones, porque eso  sólo es permisible para ellos.

Por eso mismo, Rajoy, atrapado en Lanzarote, les da la razón. La culpa la tiene el Gobierno, que los provoca y los pone de los nervios, especialmente Zapatero. La única solución es la disolución de las Cámaras, y el PP al poder. Ahí se acabarían todos los problemas; de aquí, milagrosamente -con la ayuda de Ratzinger y toda su curia- surgiría la solución a todos los problemas, de manera especial  la  de los ricos y poderosos. Y siempre habrá un González Pons de turno que se ofrecerá a intermediar, ya que este gobierno presidido por Rodríguez Zapatero es incapaz de solventar nada. Y si no, volverá Aznar, el salvapatrias, a poner los puntos sobre las íes.

La tranquilidad ante tanto desbarajuste la produce el ver a Rubalcaba al frente de la situación, presidiendo un gabinete de crisis y habiendo ordenado  la militarización aérea para salvar, cuanto antes, el enorme aprieto en que se ha intentado meter al Gobierno español, secuestrando a más de 250.000 personas ajenas a los caprichos de esta clase privilegiada, egoista y sin sentimientos.
Tras el extraordinario y urgente Consejo de Ministros, dentro de muy pocas horas, de no avenirse la situación, se decretará el Estado de Alarma, contemplado en el artículo 116.2 de la Constitución Española, y será la primera vez, en democracia, que algo tan serio se produzca. Pero la situación obliga a tomar estas medidas extremas. Y ojalá caiga la justicia sobre los insubordinados.

Este tipo de medidas son las que la gente entiende y demanda. Quizá lo que podría pretender debilitar al Gobierno tenga el efecto contrario: la fuerza del Gobierno ante situaciones difíciles y límites, como es el caso, produce confianza y respeto ante este mismo Gobierno. Bien le vendría, porque falta le hace.

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