JORGE ALARTE NO ES EL PSPV-PSOE

Desde finales de 2008 es usted, Sr. Alarte, el nuevo Secretario General del PSPV por un escaso margen de votos frente a su contrincante, el alcalde de Morella, Ximo Puig. Se vivió allí, en el Palacio de Congresos de Valencia, una intensísima tensión entre los partidarios de usted y los que apoyaban a Francesc Romeu o a Ximo Puig, los cuales, a última hora, se unieron en una sola candidatura, encabezada por éste último. Contaba usted con el apoyo de gran cantidad de compromisarios de Alicante y resto de su provincia, incluidos de manera muy especial los representantes de Benidorm; Maite Iraola abanderaba su apoyo, al igual que, desde Madrid, su hija, Leire Pajín. Con ellos está ahora muy "distanciado", por algo será....
Usted se presentaba con la imagen de un profundo cambio respecto al "dolce far niente" que venía arrastrando Blanquerías desde hacía demasiado. Sin embargo, desde un principio, bastante antes del Congreso, algo de usted me  llamó negativamente la atención: la dificultad para contactar directamente con su persona; siempre era otro el que respondía -a modo de filtro- al marcar su teléfono, éste era Salvador Broseta. Ya  entonces  marcaba la distancia propia de soberbia de los que no son nada, pues era usted en esos momentos simplemente alcalde de Alaquàs y aspirante al cargo  Secretario General del partido en la Comunidad Valenciana. Es decir,  era muy poco políticamente hablando, comparado con otras personalidades a quien yo conocía y por quienes siento un profundo repeto y afecto. Curiosamente, estas grandes personas son de una distinción y categoría extraordinarias y, quizá justamente por ello son de una humildad admirable: su teléfono siempre está disponible para hablar con quien desea consultarles algún problema, hacerles una sugerencia, e incluso manifestarles alguna crítica. Ésta es la grandeza de los grandes.
Alarte no. Jorge Alarte se ha enrocado en la cuarta planta de la sede de Blanquerías, ha destrozado en menos de tres años el partido socialista del País Valenciano, no parece sentir gran afecto por los profundos y grandes ideales de Pablo Iglesias. Su único interés ha consistido en dominar orgánicamente el aparato del partido; no ha tenido empacho alguno en fusionarse con el que fue su gran contrincante, Ximo Puig, por miedo a que éste le pudiera robar el puesto en unas primarias, aunque ahora sufre el arancel que el Alcalde de Morella le quiera cobrar. Un claro ejemplo es la gran adquisición de Joan Calabuig para encabezar la lista para el ayuntamiento de Valencia. Tiene que comulgar con ruedas de molino, incluso anunciar que las palabras de Calabuig fueron previamente pactadas con él -¡para engañar a nadie!-, cuando aquél  habló -como uno cualquiera del PP- de la posibilidad de prolongar Valencia hasta el mar, con la excusa de estudiar el bisturí con que acabar con el Cabañal; cuando el tema de mantener íntegro El Cabañal ha sido fuertemente defendido por los distintos partidos de izquierda, incluido el PSPV; la otra gran metedura de pata de Calabuig fue apuntar la posible conveniencia del parque temático de Ferrari (igualto que Camps y Rita). Y Alarte traga lo que le echen, pues es tal la distancia entre sus ambiciones personales y los ideales del Partido Socialista que los resultados de su gestión ha levantado a buena parte del socialismo valenciano en contra de él, o bien los ha sumido en un sentimiento de apatía que posiblemente quedará manifestado en los resultados de las próximas elecciones autonómicas. El Sr. Alarte está destrozando ya no sólo Valencia ciudad, desmembrándola en 17 agrupaciones, algunas sin sede propia, sino que esta deshaciendo otras agrupaciones, que estaban perfectamente consolidadas, imponiendo una Gestora tutelada por la Ejecutiva provincial (otra que tal), por el rencor contra aquellos que, en su momento, firmaron los avales, para la facilitación de unas primarias, al ex ministro Antonio Asunción.

Es Antonio Asunción, en estos momentos, el único referente serio, comprometido, y representativo de la identidad propia del Socialismo; es el excelente líder de este socialismo que Alarte ha diluído en provecho propio. No por no apoyar a Alarte es uno menos socialista. Al revés. Es ahora cuando se impone el imperativo de los que sentimos en nuestros corazones los ideales del socialismo no como fin en sí mismo, sino como medio para transformar la sociedad, ayudando a los que más lo necesitan, reduciendo las distancias tan abismales entre pobres, cada día más pobres, y ricos, cada día mas ricos, luchando por una sanidad y una enseñanza públicas y de calidad, de reiterarnos en nuestras convicciones. Debemos clarificar ante quien quiera escucharnos que Alarte no representa el socialismo. Él sólo se representa a sí mismo; le da lo mismo ganar al PP que perder parlamentarios, lo importante es colocar sus posaderas en un lugar inamovible y  mener la belle vie  "sine die", pues es incapaz de solventarse sus alubias por sí mismo.

Socialistas de corazón y alma, activistas, militantes, simpatizantes, debemos unirnos en torno al ideario socialista y trabajar con todas nuestras fuerzas por él. No es fácil, pero tampoco imposible. No tenemos, por ahora, ni el aparato ni los mejores medios, pero la fe mueve montañas. Máxime cuando no es precisamente de fe de lo que hablamos, sino de algo real y palpable que, juntos, hemos de hacer funcionar.

Ánimo, alegría, ilusión y fuerza. Si queremos, podremos. Y sí que queremos.

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